Esta carta, última de una serie, forma parte del nuevo libro, Cartas a Nicole: Para cuando despiertes a tu adolescencia, escrito por el autor para su pequeña hija Nicole Marie, de cinco años. El libro está disponible en la librería Biblio Services en Hato Rey; Casa Norberto en Plaza Las Américas, Librería Norberto en Rio Piedras y Librería La Casita en Aguadilla Mall.
Querida Nicole: La fe es la creencia en cosas que no podemos ver pero que tenemos la certeza de que existen o que ocurrirán. La fe ve lo invisible, cree lo increíble, recibe lo imposible. La fe es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (hebreos 11:1). Podemos decir que la fe es la convicción interior, en nuestro ser más íntimo, de que un ser o una fuerza superior nos ayudará a lograr una meta. Por ejemplo, tener la certeza de que si creemos firmemente en algo bueno para nosotros o para aquellos que nos rodean, y trabajamos fuertemente para lograrlo, eso que queremos se logrará.
La fe está no se limita a la creencia en un ser superior al ser humano. La fe también está atada a la creencia en tus propias fuerzas. Cuando te enfrentas a un momento difícil y te dices a ti misma, “Nicole, dale pa’lante, que tú puedes”, estás expresando un acto de fe. Cuando dices, “eso no ocurrirá”, expresas tu fe. La fe no se ve, pero se siente.
Digamos que tenemos un familiar muy enfermo, que los médicos han dicho que es muy poco probable que pueda sobrevivir a su enfermedad. Pero en nuestro ser interior, dentro de nuestra mente y nuestros sentimientos más profundos, creemos que se mejorará. Tenemos fe en que eso va a ocurrir. Oramos por ello, ayudamos en el tratamiento médico, buscamos medicinas alternativas, nos mantenemos firmes en nuestra fe. Puede que se mejore o puede que no ocurra. Pero sentimos una paz interna de que luchamos por una esperanza de que podía ocurrir.
La historia de la medicina está llena de casos que se identifican como inexplicables, que la ciencia de la medicina no puede explicar cómo la persona se recuperó y sanó y que identifican como milagros. La fe muchas veces está ligada a los milagros y las promesas.
Te voy a contar algo que, nunca le he contado a nadie. Una vez, hace muchos años, uno de tus dos hermanos mayores estuvo enfermo. Perdí la paz y la tranquilidad. Estaba muy desalentado y triste. Me sentía muy inquieto.
Una mañana, oré mucho y entre lágrimas le pedí a DIOS que hiciera que sanara cuanto antes posible. Hice una promesa de lealtad y fe, de agradecimiento a la ayuda que pudiera recibir. Caminaría a pie temprano, al amanecer, solo, desde mi pueblo natal en el barrio donde nací hasta la iglesia católica romana del pueblo, orando en la ruta, a participar en el servicio religioso de la mañana del domingo. Lloré mucho durante mi oración.
Entonces, desde San Juan, viajé a casa de mis padres en el pueblo de Aguada, un sábado, y temprano el domingo inicié mi peregrinación. Muchas personas que me reconocían, en la ruta detenían su automóvil y me preguntaban si necesitaba ayuda o si quería “pon”. Les respondía que quería caminar a pie hasta la iglesia. Con incredulidad, seguían su marcha. Esa ruta toma más de media hora en auto. Puede tomar más de dos horas a pie. No recuerdo cuanto tiempo tomó a pie. Pero yo tenía la certeza de que un ser superior a nosotros me podía ayudar a que aquella situación médica de tu hermano fuera superada. Obviamente, así ocurrió.
Te voy a contar otra historia. Durante el embarazo de tu mamá, en espera de tu llegada al planeta Tierra, ese embarazo fue considerado como de “alto riesgo”. Cuando llegó el día de tu nacimiento tu mamá y yo, a su lado, estuvimos largas horas en el proceso de parto. Ese proceso comenzó temprano en la mañana, al amanecer y no se lograba todavía a eso de las 9:00 de la noche. Tu mamá estuvo en lucha, por más de 14 horas.
Los médicos decidieron que había que hacer una cesárea porque tu ritmo cardiaco se estaba afectando aceleradamente, lo que ponía en peligro tu vida y probablemente la de tu mamá. Se armó un “corre, corre”. Una camilla hacia el ascensor… “preparen la sala de operaciones”; “señor, usted no puede subir al ascensor, espere en este piso” …
Me metí a la fuerza en el ascensor. Cuando llegamos al piso de la sala de operaciones, los médicos me obligaron a que me quedara afuera, que cuando fuera el momento adecuado me dejarían entrar. Me quedé solo en un pasillo largo como el infinito y frio, en cuclillas en el piso. Sentí la soledad más terrible. Estaba temblando todo mi cuerpo del frio de aquel pasillo y el miedo a que algo malo pudiera ocurrir, lo que consumía mis pocas fuerzas después de 14 horas de espera.
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero aquella puerta de la sala de operaciones no se abría. Entonces me puse de rodillas en el piso y comencé a orar con una enorme certeza de que tú y tu mamá saldrían ambas en buena salud de aquel momento. Comencé a sentir un tibio calor, que se fue extendiendo por todo el cuerpo; se fue el miedo, me sentí bien. ¡sabía que todo iba a salir bien!
Una enfermera pasó y me trajo una silla para que me sentara. Algún tiempo después volvió y me trajo una bata azul de sala de operaciones, zapatillas esterilizadas y una máscara. Me dijo, “vístase rápido antes que me arrepienta”. Me pasaron a la sala de operaciones y me ubicaron detrás de la cabeza de tu mamá. Varios médicos y enfermeras estaban de frente. Habían abierto el vientre de tu mamá para sacarte.
De pronto escuché tu llanto. Una enfermera te limpió, te envolvió en una sábana y te puso en mis brazos. Te hablé suavemente, te llamé por tu nombre, que ya te habíamos asignado varios meses antes. Te hablé como lo hacía mientras estabas en el vientre de tu mamá durante el embarazo, “Nicole, papá está aquí”, y entonces dejaste de llorar. La hora era las 10:46 de la noche, según mi reloj.
Yo tuve fe durante aquel rato. ¡Tu llegada, hermosa y saludable! Yo sé que mi fe tuvo algo que ver. No puedo ver la fe, pero puedo sentirla.
La fe es una enorme fuente de disciplina y poder y sentido o significado en la vida de la gente. La fe une a los grupos de una manera que no puede ser lograda por otros medios. La fe contribuye enormemente a los ideales que mueven nuestras vidas. Sin fe los seres humanos se vuelven insensibles y se convierten en matones. Cultiva la fe durante tu vida.
Bello! Un acto de fe.
Gracias por compartir. Sin esa necesidad y experiencia que llamamos Fe, aún más allá de lo sobrenatural, no podemos vivir de día en día. El decir: “Hasta mañana”, es un acto de Fe.