El reloj del teléfono celular marcaba las 10:00 am de aquel miércoles 6 de septiembre, día infame, en el que se esperaba que al final de la tarde se sintieran vientos de huracán gracias a Irma, que cargada de enojo pasaría al norte de Puerto Rico. Se sentía la calma que precede al temporal. El televisor anunciaba la ruta de la tormenta. No soplaba el viento, pero de la nada surgió una leve ráfaga y… “puff”… el televisor se apagó.
Una nube de pesimismo me cruzó por la frente. Recordé el “blackout” de uno o dos años atrás, en el que alguien apagó un interruptor en una central eléctrica, para tumbar el sistema eléctrico y protegerlo y luego nadie sabía cómo prender el sistema nuevamente. Recordé el suplicio del huracán Hugo del 18 de septiembre de 1989. También el huracán Georges del 21 de septiembre de 1998, que cruzó la isla de este a oeste, afectando todo Puerto Rico.
Ahora estaba de nuevo sin electricidad y el generador eléctrico no funcionó. Parece como si todos los generadores de Puerto Rico se hubiesen puesto de acuerdo para apagarse simultáneamente, porque se inició la lucha sobre quién conseguía un técnico disponible para encender su generador. Entonces se acabaron las piezas de repuesto, después el diésel y el gas propano. El huracán no llegó, pero Puerto Rico completo se había apagado.
Se apagó el sistema de cable TV, la internet y las computadoras. Se descargó el celular, se acabó el hielo y se inició el tranque en los semáforos apagados, que ponían a prueba el ingenio de los que tenían más “guts” para empujar al conductor de al lado.
Instalé hace cinco años en mi residencia un generador eléctrico; luego hace tres años un sistema de placas fotovoltaicas, que la AEE tardó más de un año en aprobar. Pero si se cae el sistema eléctrico, el sistema de placas fotovoltaicas no funciona, porque la AEE obliga a que el sistema fotovoltaico dependa del suyo. Ahora, la emergencia de Irma me obligó a instalar un sistema alterno de baterías. Necesito la energía para mi hogar y mi profesión, pero estoy pagando un costo demaciado alto por la ineficiencia de la AEE.
Tras el apagón del 6 de septiembre, iniciaron el proceso de restablecer el servicio siguiendo las prioridades dictadas por la Autoridad de Energía Eléctrica. Entonces, comenzó el proceso de decidir a quién le correspondía la prioridad: hospitales, hoteles, centros comerciales y parques industriales. Luego los vecindarios exclusivos de clase económica alta, de “influencers” del gobierno y la clase política. Finalmente, los de abajo. Pero se quedaban atrás una nueva clase: los bolsillos.
Vivo en uno de esos llamados bolsillos, Villa Nevares, una urbanización céntrica, próxima al Centro Médico de Rio Piedras, de más de 800 viviendas, construida hace más de 50 años, habitada mayormente por ciudadanos de la tercera edad, que no son “influencers”. En ella no residen políticos, ni ciudadanos adinerados, ni CEO de grandes corporaciones, ni altos funcionarios de gobierno. Solo gente común y corriente, retirados que viven del seguro social o la pensión reducida.
Según la Autoridad de Energía Eléctrica, la urbanización es un bolsillo y su problema se limitaba a una sola calle, la calle 10, a la que, alegaba la AEE, no había acceso porque los residentes inmediatos habían cerrado dicho acceso. Entonces un periodista de un noticiero de televisión presentó un reportaje que demostraba que la AEE mentía. Ya era viernes 15 de septiembre y habían transcurrido 10 días del apagón. Entonces, milagrosamente, después del reportaje, el sábado 16 a las 7:00PM se iluminó el vecindario. Pero ayer domingo a las 5:00pm el servicio eléctrico fue suspendido nuevamente. Aprendí lo que es un bolsillo de la AEE. Es diferente al bolsillo vacío de los consumidores abonados de esta gran corporación insensible.
Es una vergüenza que la AEE no pueda garantizar un sistema estable que no se apague con una simple brisa y que necesite dos semanas para ser restablecido.
El gobierno del Dr. Ricardo Rosselló tiene que privatizar todo el sistema de generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, para que el incentivo de generar ganancia permita lograr la eficiencia del sistema y evite tener abonados del servicio eléctrico dos semanas sin energía.
La producción de energía se divide en generación, transmisión y distribución. La generación ocurre en las plantas generatrices. La transmisión es el proceso de llevar la energía de las plantas a las sub-estaciones. La distribución es llevarla de las sub-estaciones a nuestras residencias, empresas o facilidades públicas. En otros estados de la Nación los productores de energía no tienen que ser dueños de las líneas de transmisión y distribución. Puede haber muchas empresas produciendo energía y otras transmitiendo y distribuyendo.
En Puerto Rico, la energía la produce un monopolio que ha sido negligente al mantener la dependencia del petróleo. Pero la generación podría estar en manos de dos empresas, dividiendo a Puerto Rico en dos segmentos. La transmisión en manos de otras dos y la distribución igual. El gobierno debería ser socio minoritario en cada una de esas corporaciones. Se dejaría espacio para los pequeños productores. Esa política permite que nuevos productores de energía solar, molinos de viento u otras fuentes que no dependen del petróleo puedan competir. Además, se estimula la competencia, lo que a su vez estimula la reducción del precio.
La privatización permitirá a una empresa producir su propia energía y vender el sobrante utilizando las líneas de la AEE. También puede dedicarse exclusivamente a producirla, como lo hace hoy Eco-Eléctrica, pero en lugar de venderla a la AEE exclusivamente, podría venderla directamente a los consumidores. Usted decidirá a quién le compra la energía.
Tras el paso de Irma, en Orlando, Florida, el sistema eléctrico, donde falló, se recuperó con relativa rapidez. En Orlando se paga menos tarifa por kilovatio que en Puerto Rico. Pero en Orlando, una empresa privada, Duke Energy, es la que distribuye la energía eléctrica.
En Puerto Rico, con la privatización los consumidores tendrán acceso a mayores oportunidades de energía no dependiente del petróleo, gracias al estímulo que ofrece la competencia. Se eliminarán los bolsillos de la AEE y se estabilizará el bolsillo del consumidor.
No hay mejor medicina que tener pensamiento s positivos…